09 julio 2014

Un día en 20 años...

Desperté con miedo; sabía lo que ocurriría hoy. Llevaba días preparándome para esto pero por algún motivo no me sentía listo; era de esperarse, mi vida cambiaría a partir de hoy y, aunque sólo serían 3 meses de tratamiento, el cambio sería permanente. Sobre la pared, un cuadro con las letras impresas "Sin sacrificio, no hay victoria" es lo primero que veo al abrir los ojos. Aunque es una trillada frase sacada de una película de ciencia ficción, hay que admitir que tiene razón; el sacrificio que realizaré los próximos 3 meses, será una victoria permanente, para toda la vida. De cualquier forma, nada podría impedir esa cita y, me guste o no, tenía que pasar. Pero a esas horas del día no hay porque preocuparse ya que por ahora sólo debo concentrarme en la primera de lista de tareas de hoy: ver de nuevo a Gilraen.

Son las 7:30 de la mañana. Un baño y una vestida rápida y ya estoy en el autobús; viajando hacía el norte para volverla a ver. Siempre que realizo este recorrido no puedo evitar sentir nervios, como si fuera la primera vez que salgo con ella. La primera salida ocurrió ya hace 5 años... hace 5 años que nos conocemos y hace 5 años que salimos juntos, a pasear, a comer, a disfrutar de la compañía mutua en esta fecha.

Son las 9 de la mañana y he llegado puntual a la puerta de su casa cuando toco el timbre. Son unos breves segundos que los cuáles parecen una eternidad entre tocar el timbre y que ella aparezca, pero que causan en mí aquella emoción de la primera salida.

Finalmente aparece; siempre tan sencilla y recatada, siempre tan hermosa, porque ella es como un hermoso rocío plateado que impregna las bellas flores de primavera y motean como lágrimas la dulce tierra bajo ellas.... así es Gilraen. Un cálido y fuerte abrazo y un suave beso en la mejilla bastan para saludarnos así como para percatarnos de lo mucho que nos hemos extrañado. Me invita a pasar a su hogar y yo accedo. No hay emoción más grande que volverla a ver.

4 horas no son suficientes para contar todo lo que no podemos decirnos por Whatsapp o facebook y eso que la plática dura sin parar durante las 4 horas; sin titubear, sin callarnos, pasando de un tema a otro. Ni siquiera el conducir por periférico o el desayuno impiden la comunicación. Quizás y sólo esos breves instantes en los que ambos debíamos ir al baño logran callarnos.

La amena plática se detiene abruptamente al momento de despedirnos. Ya han pasado casi 4 horas desde que la saludé en la puerta de su casa, pláticamos en su sala, viajamos en su auto hasta la plaza, desayunamos en un café y viajamos hasta el centro de convenciones donde ahora ella me tiene que dejar. A ninguno de los dos nos gusta llegar a esa parte; no nos gusta despedirnos pero debemos hacerlo. Ella debe trabajar y yo tengo otros compromisos.

Nos fundimos en un gran abrazo que se prolonga por varios segundos, quizá minutos; nos decimos las palabras finales de despedida que ya son como una oración y nos damos un tierno beso en la mejilla de cada uno. Me bajo del auto y ella sigue... Esta fue nuestra salida por mi cumpleaños, una que no olvidaré y recordaré por siempre, como cada una de las salidas que he tenido con ella, con Gilraen.

Son las 12:30 de la tarde cuando toca dirigirse hacia el siguiente destino: Nessa. Jamás había visitado a mis dos grandes amigas en un día, exceptuando el playón donde por fín se conocieron. No me disfruto de juntarlas porque me gusta dedicar tiempo específicamente a cada uno de mis amigos. El juntar a dos amigos para mí es un insulto para ellos... No, cada uno se merece que les ofrezca mi completa atención.

Me hubiera gustado pasar más tiempo con Nessa, pero la última cita de mi día me lo impedía. Aún así, esas breves 2 horas con ella fueron un regalo de dios que siempre recordaré. Llegué con antelación a su hogar, por lo que tuve tiempo de caminar y prepararme para tocar el timbre. A diferencia de Gilraen, al tocar el timbre no siento una emoción que se disipa cuando ella aparece si no al contrario, la breve espera es tranquila mientras que cuando Nessa aparece se vuelve una completa emoción, tal como la que su pequeño perrito muestra al verme de nuevo.

Su familia siempre me recibe con los brazos abiertos. Quizás por las constantes visitas a su casa, quizás y porque en palabras de Nessa, rápidamente toman confianza. De cualquier forma, aunque intimidan, a la vez arropan y uno no puede evitar sentirse agradecido por tal trato.

Otra amena plática de 2 horas viendo programas de TV, platicando, y comiendo uno que otro refrigerio hasta el momento de despedirnos. Para este instante, su hermano y su madre ya han llegado del trabajo y ella... pues me ha entregado un regalo. Un obsequio y una nota que siempre atesoraré porque son las pocas muestras de cariño que Nessa puede otorgar. Así es ella, es su estilo y no me gustaría que fuera de otra manera, así me gusta que sea ella.

El tercer y último destino el hogar de mi abuela. Ya son las tres de la tarde. El viaje dura 15 minutos hasta la morada de mis abuelos. Mi primo abre la puerta y me recibe con un fuerte abrazo. Platicamos desde la entrada hacia el comedor donde se encuentran mis abuelos, mi tía y mi madre. Me han recibido con mi comida favorita: Lentejas. Saben que no podré probarlas de nuevo en 3 meses o más. Mientras observan el inicio de la segunda semifinal de la copa mundial comemos juntos como familia antes de que den las 4. A esa hora habremos de marcharnos mi madre y yo y partir rumbo hacia mi último destino....

Mañana cumpliré ya dos décadas de existencia y sin duda ha sido el mejor día de mi vida: Una mañana con Gilraen, un regalo de Nessa, una comida con mi familia y una cita con el dentista. Que bello día fue este... Un día en 20 años.

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