El autobús se detuvo con suavidad para permitir el ascenso de tan singular pasajero. Nadie se había percatado de su presencia, ni siquiera yo, pues el autobús hace paradas tan continuamente que ni siquiera se percibe cuando la unidad de transporte público se detiene. Aún así aquél pasajero tenía algo de especial, algo que llamó pronto llamó la atención de todos...

Alegrín se hacía llamar y si, era un payaso

El autobús arrancó para continuar su trayecto tan pronto como Alegrín subió. Alegrín no dudó en iniciar su rutina con el objetivo de conseguir unos cuantos pesitos. Al verlo todos los pasajeros callaron y escucharon con atención. La expresión en sus rostros reflejaban múltiples sentimientos que uno podía leer perfectamente: sus caras reflejaban desde ternura hasta indignación. ¿Que era lo que provocaba esa expresión en los rostros de los pasajeros? No era su apariencia ni complexión; tampoco su indumentaria o su maquillaje, el cual era como el de cualquier payaso de la calle.

Era su edad, su escasa edad

No habría de tener más de 10 años aunque sin duda debía estar próximo a cumplirlos. No obstante y a pesar de su escasa edad, Alegrín desempeñaba su rutina como si de un payaso de 40 años se tratara. Inclusive sus diálogos eran los de un payaso de 40 años... Hay que admitir que jamás había escuchado a un niño con su edad y la agudeza de voz decir tan claramente mamita, pendejo, cabrón, chingón entre otros.

Mientras proseguía con su rutina, Alegrín trataba de sujetarse de las sillas, las cuáles a duras penas sobrepasaba por su estatura. Mientras arrojaba una que otra sonrisa forzada, podía notarse los pequeños espacios donde alguna vez tuvo dientes. Aún mientras escribo estas líneas me sigo preguntando si los dientes que estaban ahí, cayeron por naturaleza o una fuerza exterior...

Su rutina continuaba mientras los pasajeros escuchaban con atención, sorprendidos. No sé si era por la cantidad de palabras altisonantes que pronunciaba, el hecho de que sea un niño o por la forma tan clara en la que pronunciaba sus líneas y manejaba sus expresiones porque, hay que admitirlo, nunca había visto a un payaso de la calle desenvolverse de tal forma como lo hacía Alegrín.

Nos acercábamos cada vez más al centro de la ciudad cuando un pasajero se prestaba a descender de la unidad.

"¿Señor, no olvida algo? como mi dinero" Alcanzó a pronunciar Alegrín.

El pasajero quién se disponía a descender por la puerta trasera, caminó hasta el payasito y le extendió un moneda mientras revolvía su cabellera cortada de forma tan absurda. El gesto no le gustó a Alegrín quién no pudo evitar esconder su molestía.

El pequeño monólogo del payasito Alegrín acaba mientras agradecía a todos por haberle escuchado y pedía a cambio unas pequeñas monedas. La cantidad recabada por el niño en una unidad semi-vacía no correspondía a la calidad de sus líneas, teniendo en mente que ni una sola risa se escuchó durante su obra. Una señora con un maletín lo detuvo para preguntarle su nombre:

"Me llamo Alegrín" Pronunció de manera cortante.

La señora sonrió y le entregó uns monedas mientras el payasito se retiraba a seguir recolectando las demás donaciones que los pasajeros realizaban hasta que, finalmente, terminó su acopio.

A punto de llegar a la última parada, Se limitó a sentarse en una de las bancas vacías a contar la gran cantidad de monedas que había recibido para después, descender por la puerta delantera del autobús mientras todos los pasajeros lo observaban de manera incrédula como se disponía a detener a otro autobús para repetir su rutina mientras el que dejaba atrás se retiraba...

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